En estos días en que hay obispos que dimiten antes de que su edad lo exija, muchos comentan la posibilidad de que el Papa dimita, lo que supondría, dicen, dar ejemplo y asumir sobre sí la responsabilidad de los casos de pederastía y la ocultación de los mismos, graves pecados con los que la Iglesia se presenta hoy al mundo. Los cristianos, lejos de sumarnos a las pancartas y a las afirmaciones irreflexivas, debemos "examinarlo todo y quedarnos con lo bueno".
De la posible dimisión de un Papa hay un precedente lejano: el caso de Pedro de Morrone, Celestino V, que dimitió de su responsabilidad como sumo pontífice el 13 de Diciembre de 1294. En palabras de Ricardo Gª Villoslada, jesuita e insigne historiador de la Iglesia:
"Había entre los exaltados que negaban al Romano Pontífice la facultad de poder abdicar. --La unión del papa con la Iglesia de Roma (decían) es un matrimonio indisoluble, que no conoce divorcio-- A fin de prevenir las peligrosas consecuencias de esta falsa idea, Celestino V hizo componer una bula declarando que el papa puede renunciar a su dignidad, y el 13 de Diciembre de 1294 la leyó en público consistorio. Acto seguido se hizo la gran renuncia (il gran rifiuto, que Dante le reprochará para hundirlo en el infierno) y los cardenales se la aceptaron"
Historia de la Iglesia Católica, t. II, BAC, Madrid, 1988, pp. 552-556.
No es cuestión de imposibilidad, por tanto, sino de voluntad. Voluntad que habremos de intentar entender, cuya tremenda responsabilidad no acierto apenas a vislumbrar y por cuyo auxilio divino pido sinceramente desde aquí.
Juan Diego González,
C. Amén.
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