Solo unas palabras, y no mías, para acabar con un silencio que dura ya dos meses. El vasco devorador de sabiduría que fue Miguel de Unamuno pone delante de mí, y de vosotros ahora, un párrafo cuya fuerza se mantiene íntegra a pesar del siglo que lo separa de nosotros.
Todos, es decir, cada uno, puede y debe proponerse dar de sí todo cuanto puede dar, más aún de lo que puede dar, excederse, superarse a sí mismo, hacerse insustituible, darse a los demás para recojerse de ellos. Y cada cual en su oficio, en su vocación civil. La palabra oficio, officium, significa obligación, deber, pero en concreto, y eso debe significar siempre en la práctica. Sin que se deba tratar acaso tanto de buscar aquella vocación que más crea uno que se le acomoda y cuadra, cuanto ha de hacer vocación del menester en que la suerte o la Providencia o nuestra voluntad nos han puesto.
Sobre el sentimiento trágico de la vida, Alianza, 2007 (1912), p. 275.
Juan Diego González.
C. Amén.
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