1. EL CARISMA. EL DON DE LA COMUNIDAD.
Una imagen por esculpir.
No es fácil en el momento actual saber cuál ha de ser el lugar que nos es propio, aquel desde el que esta Comunidad puede aportar lo que le es especifico, aquello por lo que el Espíritu ha suscitado su existencia. ¿Cuál es la necesidad sin respuesta que hemos sido llamados a cubrir?
Sin tener claro totalmente cual es el carisma recibido, sabiendo que siempre estará abierto a lo que Dios pida, y sin querer por tanto cerrar ahora su definición, no podemos, no obstante, dejar de advertir que ya hay respuestas (“lo que el hombre no puede comprender totalmente, puede, sin embargo, perfectamente hacerlo”[1]), ofrecidas comunitariamente al mundo y a la Iglesia. Respuestas que nos dan pistas acerca de cual pueda ser dicho carisma, pistas que son:
La vivencia de ser una comunidad significativa, que quiere testimoniar en el mundo y en la Iglesia una forma nueva, y a la vez enraizada en la historia, de vivir en común, siendo este un aspecto primordial y no accesorio para nosotros. No nos sentimos inventores de algo nuevo, sino más bien redescubridores de una manera de vivir que lleva dos mil años haciéndose presente en el mundo, pues somos plenamente conscientes de ser “hombres y mujeres precedidos”[2].
La presencia comunitaria en un barrio humilde de nuestra ciudad, aportando una alternativa laica consagrada dentro del mundo actual.
La vida parroquial, siendo esta el centro y la base de nuestra pertenencia a la Iglesia, aportando en ella una visión joven y esperanzada a una realidad envejecida y denostada por muchos.
La conciencia de pertenencia a la Diócesis y una sincera disponibilidad al Obispo, buscando su ayuda en el discernimiento de lo que Dios quiere de la Comunidad.
La opción comunitaria por vivir junto a los pobres, aportando un esfuerzo individual y colectivo en pro de la justicia.
Es por tanto nuestra presencia y lo que entendemos hoy nuestro carisma, esto es nuestro don para la Iglesia y el mundo, una alternativa urbana, laica, parroquial, diocesana y comprometida con la justicia.
Junto a esto que es lo fundamental, aparecen otros aspectos que también son importantes. La apertura a los demás intentando servir de enlace entre diversas realidades, es para nosotros algo casi instintivo. Intentamos tener siempre presente este objetivo, que se concreta en los encuentros con otras comunidades, con la gente de la parroquia, etc.
[1] “Lo que el hombre no puede comprender totalmente, puede, sin embargo, perfectamente hacerlo; y al hacerlo, alcanza conciencia de esta realidad viviente, que, para él, está todavía en la penumbra. Guardar la palabra de Dios significa ante todo, ponerla por obra”. M. Blondel. Histoire et Dogme, 79. Citado en Mysterium Salutis Vol I, Tomo II.
[2] “El cristiano es un hombre precedido. Con anterioridad a nosotros, muchas generaciones de fieles han reflexionado y vivido del Espíritu. Por consiguiente, intentaremos comprender la fe no como aventureros solitarios, sino acompañados por ellos”.Y. Congar. El Espíritu Santo. Herder, 1980.
Una imagen por esculpir.
No es fácil en el momento actual saber cuál ha de ser el lugar que nos es propio, aquel desde el que esta Comunidad puede aportar lo que le es especifico, aquello por lo que el Espíritu ha suscitado su existencia. ¿Cuál es la necesidad sin respuesta que hemos sido llamados a cubrir?
Sin tener claro totalmente cual es el carisma recibido, sabiendo que siempre estará abierto a lo que Dios pida, y sin querer por tanto cerrar ahora su definición, no podemos, no obstante, dejar de advertir que ya hay respuestas (“lo que el hombre no puede comprender totalmente, puede, sin embargo, perfectamente hacerlo”[1]), ofrecidas comunitariamente al mundo y a la Iglesia. Respuestas que nos dan pistas acerca de cual pueda ser dicho carisma, pistas que son:
La vivencia de ser una comunidad significativa, que quiere testimoniar en el mundo y en la Iglesia una forma nueva, y a la vez enraizada en la historia, de vivir en común, siendo este un aspecto primordial y no accesorio para nosotros. No nos sentimos inventores de algo nuevo, sino más bien redescubridores de una manera de vivir que lleva dos mil años haciéndose presente en el mundo, pues somos plenamente conscientes de ser “hombres y mujeres precedidos”[2].
La presencia comunitaria en un barrio humilde de nuestra ciudad, aportando una alternativa laica consagrada dentro del mundo actual.
La vida parroquial, siendo esta el centro y la base de nuestra pertenencia a la Iglesia, aportando en ella una visión joven y esperanzada a una realidad envejecida y denostada por muchos.
La conciencia de pertenencia a la Diócesis y una sincera disponibilidad al Obispo, buscando su ayuda en el discernimiento de lo que Dios quiere de la Comunidad.
La opción comunitaria por vivir junto a los pobres, aportando un esfuerzo individual y colectivo en pro de la justicia.
Es por tanto nuestra presencia y lo que entendemos hoy nuestro carisma, esto es nuestro don para la Iglesia y el mundo, una alternativa urbana, laica, parroquial, diocesana y comprometida con la justicia.
Junto a esto que es lo fundamental, aparecen otros aspectos que también son importantes. La apertura a los demás intentando servir de enlace entre diversas realidades, es para nosotros algo casi instintivo. Intentamos tener siempre presente este objetivo, que se concreta en los encuentros con otras comunidades, con la gente de la parroquia, etc.
[1] “Lo que el hombre no puede comprender totalmente, puede, sin embargo, perfectamente hacerlo; y al hacerlo, alcanza conciencia de esta realidad viviente, que, para él, está todavía en la penumbra. Guardar la palabra de Dios significa ante todo, ponerla por obra”. M. Blondel. Histoire et Dogme, 79. Citado en Mysterium Salutis Vol I, Tomo II.
[2] “El cristiano es un hombre precedido. Con anterioridad a nosotros, muchas generaciones de fieles han reflexionado y vivido del Espíritu. Por consiguiente, intentaremos comprender la fe no como aventureros solitarios, sino acompañados por ellos”.Y. Congar. El Espíritu Santo. Herder, 1980.
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