Hoy mi memoria me llevaba a mi niñez y recordaba, como siempre en este día, que mi madre me decía que ella era de las que se dedicaba a hacer un trabajo invisible, un trabajo que además de no ver nadie, nadie le daba ningún valor, ella decía que hacía el trabajo más ingrato de todos y el menos valorado. Cuando era niña no la comprendía.
Hoy viendo el telediario volvía a mi memoria eso del trabajo invisible, y es que han nombrado a las mujeres que trabajan en casi todas partes, a las mujeres mineras, a las conductoras de autobús, a las que han llegado "a lo más alto y ya son como los hombres porque mandan", a las que son mecánicas de coches... Sí, han nombrado a casi todas, y digo a casi todas porque nada han dicho de las que como decía mi madre nos dedicamos a hacer ese trabajo invisible, que no porque se vea menos es menos trabajo.
No comparto con mi madre lo de ingrato, y es que estoy comenzando a descubir el valor de lo pequeñito, pero sí lo de que es invisible y que hoy en día la sociedad no le da ningún valor. Lo que más pena me dá es que somos las propias mujeres las que ya le hemos dejado de dar valor a cosas tan importantes como la educación y el cuidado de nuestros hijos, ya por esto nadie nos felicita, cuando estamos gastando nuestra vida en cuidar y educar a los hombres y mujeres del mañana. Me hacía gracia la paradoja, porque muy probablemente esas mujeres que hoy veíamos en el telediario tuvieran en sus casas otra mujer con menos suerte que ellas que se dedicaba a lo invisible, a tenerles limpios los baños y a llevarles los niños al colegio y a las actividades extra- escolares.
Con esto no quiero decir que las mujeres no debamos estar en el mercado laboral con los mismos derechos que los hombres. Yo misma si no trabajo hoy es porque me tropecé con uno de esos que sigue pensando que ser madre trabajadora es una carga para las empresas. Hoy que se celebran tantos logros tropezarse con gente así parece del siglo pasado, pero no, solo es del año pasado.
De todos modos lo que yo pretendía era felicitar a todas esas mujeres que como yo, como mi madre y como tantos miles de mujeres en todo el mundo, siguen dando valor a lo sutil y discreto del trabajo cotidiano en el hogar y se dedican a el en cuerpo y alma, bien sea por opción o porque hay quienes todavía no han comprendido que se puede ser mujer, madre, esposa, ama de casa y trabajar, no ya al mismo nivel que un hombre (que por supuesto que sí), sino de otro modo, como las mujeres sabemos hacerlo.
María Macias García,
Amén.
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