Desde que compramos el Campo, nuestra intención ha sido siempre la de ir todos los fines de semana. Luego la vida nos ha ido devolviendo otra cosa y, aunque queremos vivirlo mucho más de lo que lo hacemos, las reuniones en los fines de semana, las cosas de Iglesia, nuestra pereza para movernos en invierno... y la vida misma, hacen que disfrutemos de pocos fines de semana como éste.
Muchos nos han dicho que quizás tendríamos que intentar venderlo, cargados de sensatez.
Este fin de semana nos hemos reunido, hemos vivido, hemos compartido, han cenado con nosotros algunos miembros de la Comunidad de Pueblo de Dios. Hemos seguido creciendo en comunidad.
Son estos momentos, en los que la Comunidad va gestándose en ese campo, los que me hacen sentir que el "campito", nos da identidad; ese lugar, desprovisto de muchas de las cosas que en la ciudad nos parecería impensable no tener, nos acerca a la pobreza que Dios quiere; ese lugar nos hace más hermanos de todo el que allí se acerca, nos hace compartir con otros lo que somos y nos abre también a lo que de novedoso trae el hermano. El "campito" me hace vivir el servicio al otro con generosidad y alegría, allí la vida me huele a Evangelio hecho vida "para que el mundo crea".
Sé que no es sensato, sé que es incluso caro de mantener, por lo que en ocasiones pudiera parecer un lujo, sé que no es lógico, sé que es incluso absurdo tener dos casas para una Comunidad que cabe en un coche... pero también sé que Dios se vale de lo ilógico, de lo absurdo, de lo que no cabe en la cabeza, para mostrar su Reino aquí en la Tierra. Y también sé, que eso es el "campito" Amén, un "trocito" de Reino aquí en la Tierra.
Que así sea.
María.
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