martes, 25 de noviembre de 2008

Con Don Juan de la Rosa


Ayer, por fin, supe hacer un hueco para ir a visitar a D. Juan de la Rosa.
En mi primera visita a la Residencia de Ancianos "Santa Teresa Jornet" de Huelva (de las Hermanitas de los ancianos desamparados), quedé gratamente impresionado. Un hogar muy amplio, bien cuidado, limpio. Para quienes ya hemos perdido el espanto ante los enfermos y ante el silencio y la tristeza de muchos ancianos, se abre la posibilidad de ver, tras el "espectáculo" de la soledad, la ternura de una vocación que ha sabido hacerse amor real. ¿Cómo no estar agradecido a estas hermanas que mantienen en pie unas manos abiertas en forma de edificio?

Encontré a Don Juan en la Enfermería, en la cama. Desde hace unos días no habla. Me pareció, en su mirada, que me reconocía, ¿cómo estar seguro?. Y en el fondo ¿qué más da? Le acompañaba su hermana Magdalena, que me dijo que desde que no habla solo quiere que le den la mano. Así, con mi mano en la suya, pasé un buen rato charlando con Magdalena mientras Juan dormía.

Para mí, Juan de la Rosa representa la fidelidad a la vocación recibida. Le conocí ya muy mayor, como Delegado de Apostolado Seglar, en el marco de la preparación de un curso de formación de laicos. Me impresionó su paciencia y su capacidad para impulsar el trabajo de otros con pequeños detalles y palabras. Aunque hoy no queda nada de aquel proyecto, desde entonces le guardo un enorme respeto y cariño. Hasta el punto en que, cuando María y yo nos casamos, fue uno de los tres sacerdotes que nos acompañaron en el altar.
Como en la foto de arriba, la luz de Dios abre un camino nuevo en nuestra oscuridad. Estar dentro de la Iglesia no solo no evita esa oscuridad, sino que es precisamente en su interior donde puede percibirse con claridad el contraste entre el Amor que nace de lo alto y nuestro egoísmo rastrero. En las últimas décadas la Iglesia en Huelva ha tenido sus sombras, como seguramente también la tuvo Juan. Pero su perseverancia en la fe y en el ministerio sacerdotal son, para mí, parte indiscutible de ese haz de luz con que Dios nos ilumina hoy.

Te deseo lo mejor, querido Juan, en estos momentos difíciles que te aguardan. Ojalá sepamos expresarte, los cristianos de Huelva, la gratitud que te mereces por tu vida entregada a Jesús.
Con todo mi cariño,
Juan Diego González.

1 comentario:

Anónimo dijo...

gracias, juan diego por este artículo tan cariñoso. Verdaderamente yo también me quedo con un hombre fiel, cariñoso a su modo, que ha dado mucho a la diócesis. También he ido a verle y me salen sentimientos entrañables para él. Gracias por tu artículo