La obra de Y. Congar es difícil de leer. No porque no se le entienda, sino porque la mayor parte de sus obras no se editan desde hace 30 años. Es el caso de la que traigo hoy a este blog (la fotografía es de la edición francesa, por problemas con el escaner). He podido leerla gracias a que la sustraje de la biblioteca de Pepe García, a quien se la agradezco de corazón.
A mis hermanos es un libro breve (magnífico para aquellos a quien casi todo les resulta pesado o demasiado serio), y a la vez muy intenso. Con dos partes claramente diferenciadas, la primera dedicada a los seglares y una segunda dedicada a los sacerdotes, Congar hace un repaso en estas páginas de los principales aspectos eclesiológicos que se derivan de los textos conciliares.
¡Como quisieran muchos de los cristianos que hoy se llenan la boca abogando con furia por el protagonismo de los laicos, tener la profundidad y la sencillez de este dominico! Y sobre todo su ternura hablando del ser de la Iglesia. En sus palabras está la certidumbre de quien "ha visto y ha palpado" la esencia comunitaria de la Iglesia (la vida trinitaria que la inunda), a la que muestra un profundo amor. Amor que le lleva a denunciar todo cuanto pervierte su verdadera misión, que la convierte en una "jerarcolatría".
Sus obras nos permiten hoy, cuarenta años después, ver con otra perspectiva este eterno dilema en que nos movemos entre el carisma y la institución. Para Congar, ninguno de los dos aspectos puede entenderse sin el otro. La Iglesia, Pueblo de Dios, los contiene a ambos.
Para terminar recordaré (para aquellos a quienes tanta eclesialidad les lleve a pensar que estamos ante un autor demasiado conservador para su gusto), que Congar fue sancionado (incluso con el destierro) por sus escritos en la decada de los 50 del pasado siglo, por abogar por el ecumenismo, la experiencia de los sacerdotes obreros, o por revisar al alza el papel de los laicos en la Iglesia.
Es una lectura deliciosa. Que os aproveche.
¡Ojalá encontremos en ella la semilla de la fidelidad que demostró Congar a lo largo de su vida!
Juan Diego González,
Amén.
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